viernes, 26 de abril de 2013

Antología parcial / 84






La verdad es la única realidad 

Del otro lado de la reja está la realidad, de
este lado de la reja también está
la realidad; la única irreal
es la reja; la libertad es real aunque no se sabe bien
si pertenece al mundo de los vivos, al
mundo de los muertos, al mundo de las
fantasías o al mundo de la vigilia, al de la explotación o 
      de la producción.
Los sueños, sueños son; los recuerdos, aquel
cuerpo, ese vaso de vino, el amor y
las flaquezas del amor, por supuesto, forman
parte de la realidad; un disparo en
la noche, en la frente de estos hermanos, de estos hijos,
aquellos
gritos irreales de dolor real de los torturados en
el angelus eterno y siniestro en una brigada de policía
cualquiera
son parte de la memoria, no suponen necesariamente
el presente, pero pertenecen a la realidad. La única aparente
es la reja cuadriculando el cielo, el canto
perdido de un preso, ladrón o combatiente, la voz
fusilada, resucitada al tercer día en un vuelo inmenso 
      cubriendo la Patagonia
porque las masacres, las redenciones, pertenecen a la
realidad, como
la esperanza rescatada de la pólvora, de la inocencia
estival: son la realidad, como el coraje y la convalecencia
del miedo, ese aire que se resiste a volver después del peligro
como los designios de todo un pueblo que marcha 
      hacia la victoria
o hacia la muerte, que tropieza, que aprende a defenderse, 
      a rescatar lo suyo, su
realidad.
Aunque parezca a veces una mentira, la única
mentira no es siquiera la traición, es
simplemente una reja que no pertenece a la realidad.

                                      Cárcel de Villa Devoto, abril de 1973

 Francisco Urondo: Poemas de batalla (1998)

martes, 23 de abril de 2013

Cinco cartas de Hofmannsthal y una adenda



Cuando le pedí a Claudio que me dijera un título para celebrar el Día del Libro e incluirlo en nuestra lista de lecturas, me miró extrañado y me dijo:  tú sabes que yo no sigo las novedades y además... Por supuesto que lo sé, le interrumpí. Por eso precisamente te lo pido. Y no te hagas de rogar, añadí. Me miró en silencio y con un gesto de resignación, dijo toma nota: Cartas del que regresa, de Hugo von Hofmannsthal. ¿Lo has leído?, me preguntó. No, respondí. Bueno, después, cuando llegue a casa, te envío unas líneas sobre el libro, ¿vale? Anotó algo en su libreta y continuó tomando su güisqui de media tarde. Esa misma noche recibí por correo electrónica esta breve nota:
Hugo von Hofmannsthal (1874-1929) publicó su primer poema con dieciséis años; no había cumplido los veinte y ya era un poeta de renombre. A los veinticinco, a una edad en la que generalmente se empieza a desarrollar la capacidad poética -como apunta Hermann Broch en Hofmannsthal y su tiempo-, dejó de escribir poemas. En Carta de Lord Chandos explica las razones que le llevaron a abandonar la poesía.
Narrador, ensayista, dramaturgo, libretista de algunas óperas de Richard Strauss, para Hofmannsthal la creación consiste en romper las formas que impone el presente y ganar otras formas. Entre el ensayo, el relato y el poema en prosa, Cartas del que regresa es un texto marcado por el desencanto y la nostalgia. Con una prosa de una elegancia incomparable, dice Carlos Ortega en su "Nota del traductor", el escritor austríaco reflexiona sobre el 'ser-alemán', la infancia, Van Gogh y la incomodidad de vivir en un mundo sin atributos.
Asiduo del Café Central de Viena, donde se conversaba con Zweig, Rilke, Wassermann, Musil, Herman Broch o Joseph Roth, entre otros, Hugo von Hofmannsthal vivió en una época y un lugar irrepetibles. "Donde uno no quisiera morir -escribe en la tercera de estas cartas-, tampoco debe vivir".
 Adenda
Después de hablar contigo esta tarde, he pensado que tampoco vendría mal leer (o releer) Sobre la utilidad y los perjuicios de la historia para la vida, de Nietzsche. Ahora que la vida es pura incertidumbre y la historia casi un género literario, la lectura de esta segunda intempestiva viene como de molde. Para muestra, un botón:
"El sentido histórico, cuando opera sin freno y desarrolla todas sus consecuencias, quita las raíces al futuro, pues destruye las ilusiones y priva a las cosas existentes de la única atmósfera en que pueden vivir. La justicia histórica, aun cuando se practique eficazmente y con la más pura intención, es una terrible virtud porque siempre mina y destruye las cosas vivientes: su juzgar es siempre una aniquilación. Si detrás del impulso histórico no impera un impulso constructivo, si no se destruye y se desescombra para que un futuro, vivo en nuestras esperanzas, pueda levantar su casa sobre el suelo ya despejado, si la justicia impera sola, el instinto creador se debilita y desalienta".
Vale.
                                                                  Claudio

lunes, 22 de abril de 2013

Billones (con b)



Hay días que amanecen lunes y lo cogen a uno con la energía justa y los ánimos, como la ropa, por el suelo. Presiento que hoy es uno de esos días. Anoche estuve hasta las tantas escuchando a Coleman Hawkins y dándole vueltas a una frase de Norman Mailer: "Los males del presente no sólo devastaban el presente, sino que consumían el pasado y amenazaban con demoler territorios enteros del futuro". Me dormí al arrullo de "After midnight"

Ina Fassbender

Esta mañana, no me había despertado del todo y ya estaba de nuevo dándole vueltas y más vueltas a las palabras de Los ejércitos de la noche. La noria se detuvo y yo me desperté del todo cuando compareció el presente, cuando oí en el informativo radiofónico que la cifra que los multimillonarios ocultan en los paraísos fiscales se sitúa entre los 21 y los 34 billones (con b) de dólares, una suma equivalente a un tercio del PIB mundial o al PIB combinado de Estados Unidos y China.
Si esta enorme suma de dinero pagara algún tipo de impuesto -apostillaba la locutora- no solo se reduciría el hambre en el mundo sino que se podría resolver, en solo un año, la crisis del euro. Me defendí desahogándome con la habitual retahíla de insultos y descalificaciones: cabrones, canallas...
Recordé entonces que los ministros de Economía europeos llevan años hablando, estudiando, pensando, debatiendo medidas para combatir el fraude fiscal en la Unión Europea. Si no me equivoco, como mínimo desde 2009, cuando Luxemburgo y Austria bloquearon la reforma de la directiva sobre tributación del ahorro. Mientras tanto y según la propia Comisión Europea, cada año el conjunto de los veintisiete países de la UE pierde un billón de euros en la recaudación tributaria por la evasión fiscal. Sí, sí: ¡un billón, con b, cada año! Una cifra casi equivalente al producto interior bruto de España.
Yorgos Karahalis
Un momento. ¿En cuánto se ha tasado el rescate de Chipre? ¿Y el de Portugal y el de Irlanda y el de Grecia?... Si mis datos son correctos, en total, algo más o menos de la cuarta parte de ese billón libre de cargas. ¿Cuántos recortes, injusticias, privaciones se  podrían haber evitado recaudando y distribuyendo el dinero evadido? ¿O es que de lo que realmente se trata, lo que verdaderamente interesa es aprovechar la ocasión para demoler lo que con tanto esfuerzo se había construido en tantos años...?
Y así comienzan estos días, cada vez más frecuentes en el calendario, con el ánimo quebrantado desde muy temprano: ensayando preguntas, enhebrando dudas y perplejidades, avivando la indignación, mitigando en lo posible el desconcierto, la confusión, el hartazgo...
Bueno, a ver cómo se da el día.
                                                                           Darío

viernes, 19 de abril de 2013

Antología parcial / 83




    LOS DESPOSADOS DE LA MUERTE

Michael Farrel ardía con un ardor puro como la luz.
Sus manos enseñaban a amar los lirios
y sus sienes a desear el oro de las estrellas.
En sus ojos bullían trémulas luces oceánicas.
Sus formas eran el himno de castidad de la arcilla,
suave y fragante y musical.
Bajo sus bucles rubios, undosos y profusos,
parecían temblar las alas de un ángel.

Emiliano Atehortúa era muy sencillo
y traía una infantilidad inagotable.
Su adolescencia láctea, meliflua y floreal,
fluía por las escarpas de mi madurez
como fluye por el cielo la leche del alba.
Cuando le vi en el vano ejercicio de la vida
me pareció que me envolvía el rumor de una selva
y me inundó el corazón la virtud musical de las aguas.
Hay almas tan melódicas como si fueran ríos
o bosques en las orillas de los ríos.

Guillermo Valderrama era indolente y apasionado.
Como un licor de bajo precio,
la vida le produjo una embriaguez innoble.
Sus formas pregonaban el triunfo de una estirpe.
Había en su voz un glú-glú redentor
y su amante le llamó una vez
"el Príncipe de las hablas de agua".

Leonel Robledo era muy tímido
bajo una apariencia llena de majestad.
En el recóndito espejo de su ternura
se le reflejaba la imagen de una mujer.
Toda su fuerza era para el ensueño y la evocación.
Le vi llorar una vez por males de ausencia
y me dije: hay una tempestad en una gota de rocío,
y, sin embargo, no se conmueven los luceros...

Stello Ialadaki era armonioso, rosáceo, azulino,
como los mares de Grecia, como las islas que ellos    ciñen.
Efundía del mundo algo irreal, risueño, fantástico.
Se le veía como marchando de las playas de ensueño
que rozaron las quillas de Simbad el Marino,
hacia las vagas latitudes
por donde erró Sir John de Mandeville.
Cuando le conocí tuve antojo de releer la Odisea,
y por la noche soñé en el misterio de las espigas.
¡Evanaam! ¡Evanaam!

Juan Rafael Agudelo era fuerte. Su fuerza trascendía
como los roncos ecos del monte a los pinos.
Alma laboriosa, la soledad era su ambiente necesario.
Sus ilusiones fructificaban como una floresta
oculta por los tules del "todavía-no".
Sus palabras revelaban la fuerza de la realidad,
y sus actos tenían la sencillez de un gajo de roble.

Porfirio Barba Jacob: Rosas negras (1988)

miércoles, 17 de abril de 2013

Pretérito imperfecto


La mayoría de las semblanzas necrológicas de Margaret Thatcher que se han publicado estos días ha subrayado el protagonismo político y el liderazgo ideológico de la entonces primera ministra británica en lo que paradójicamente se llamó revolución conservadora. En efecto, en la década de los ochenta del siglo XX, Thatcher contribuyó decisivamente a poner en marcha la labor de zapa y derribo del estado de bienestar, de erosión y descrédito de los principios y valores de lo que Hobsbawm llamaba proyecto ilustrado. De los efectos y consecuencias de aquella iniciativa da buena cuenta la crisis económica y financiera, pero también social y política, de estos últimos años.
Bill Scott: Promesa rota
Yo, de aquellos tiempos, retengo también otras imágenes, rescato otros recuerdos. Por ejemplo, cómo, tras la resaca sesentayochista, la izquierda olvidó quién era su antagonista, desplegó toda su capacidad crítica sobre sí misma y comenzó a alimentar la perplejidad, a barajar contradicciones, a fomentar la melancolía.
Vimos entonces cómo, inesperada, sorprendentemente, se desmoronaba la URSS, a la vez que se diluían hasta desaparecer organizaciones aparentemente sólidas, como el PSUC en Cataluña o el PCI en Italia. Vimos también cómo la socialdemocracia cambiaba el discurso político por un programa de gestión, mudaba la voluntad de cambio en retórica reformista.
Pero conviene no olvidar que aquellos fueron también los años en los que comenzaron a cristalizar nuevos movimientos sociales: feministas, pacifistas, ecologistas, antinucleares...
De pronto, no sé por qué, al hilo de estos recuerdos, me ha venido a la memoria un cuento muy breve de Eduardo Galeano, Ventana sobre el espejo:
Solea el sol y se lleva los restos de sombra que ha dejado la noche. Los carros de caballos recogen, puerta por puerta, la basura. En el aire tiende la araña sus hilos de baba.
El Tornillo camina las calles de Melo. En el pueblo lo tienen por loco. El lleva un espejo en la mano y se mira con el ceño fruncido. No quita los ojos del espejo.
- ¿Qué haces, Tornillo?
-Aquí- dice-. Controlando al enemigo.
En fin.

                                                                           Julián