lunes, 30 de enero de 2012

Antología parcial / 41





                               Seguir
 
Muchos por ti mataron, tierra mía.
Hicieron de sus huesos plomo airado
y mataron por ti.
Convirtieron
su dulce corazón en fiera lanza
y mataron por ti.
Ardieron
de amor y de furor hasta los ojos,
y mataron por ti.

De mis huecos
hice yo un árbol nuevo y atrevido
y lo planté en tu pecho
junto al árbol quemado.
Prensé mi corazón
y procuré una copa
de sangre nueva y pura
a tus mermadas venas;
y añadí
un nombre sin pasado
a los sagrados nombres de tus hijos.

Muchos por ti murieron, tierra mía;
muchos murieron derramados
sobre tus campos pobres
como simiente sin futuro.
Se olvidaron
del beso y de la cuna,
de la vid y del trigo.
Se ofrecieron
desnudos e impasibles
a la oscura galerna
y murieron por ti.

Yo he seguido viviendo:
Sobre tu arcilla triste,
bajo tu cielo duro,
he seguido viviendo.
Trasegando
tu vinagre y tu vino,
tu sudor y tu llanto,
he seguido viviendo.
Respirando
tus infectas letrinas,
descubriendo
tu secreto perfume,
he seguido viviendo.

En ti, por ti, contigo; amordazada,
clavada, paralítica, vendida;
sufriéndote, perdiéndote, ganándote;
muriéndome, muriéndote, adorándote,
yo he seguido,
he seguido,
he seguido
viviendo.

Ángela Figuera Aymerich: Toco la tierra (1962)


 

miércoles, 25 de enero de 2012

Poética / Stevens



Cuando se ha dejado de creer en un dios, la poesía es la esencia que ocupa su lugar en la redención de la vida.

El propósito de la poesía es que la vida sea completa en sí misma.

 
La poesía tiene que ser algo más que una concepción de la mente. Tiene que ser una revelación de la Naturaleza. Las concepciones son artificiales. Las percepciones son esenciales.

La poesía es un esfuerzo del hombre insatisfecho para encontrar satisfacción a través de las palabras.

Lo real es sólo la base. Pero es la base.

Un cambio de estilo es un cambio de tema.

 
                                                            Wallace Stevens



martes, 24 de enero de 2012

La ecuación de Berman


Todos aceptan que la modernidad es una experiencia ambivalente. Quien mejor lo ha expresado es Marshall Berman: "ser modernos es encontrarnos en un entorno que nos promete aventuras, poder, alegría, crecimiento, transformación de nosotros y del mundo y que, al mismo tiempo, amenaza con destruir todo lo que tenemos, todo lo que sabemos, todo lo que somos (...) Es una unidad paradójica, la unidad de la desunión: nos arroja a todos en una vorágine de perpetua desintegración y renovación, de lucha y contradicción, de ambigüedad y angustia".
Con la licencia del esquematismo podría afirmarse que, a lo largo del último siglo, el pensamiento progresista ha tendido a colocarse habitualmente del lado optimista de la ecuación de Berman y el pensamiento conservador del lado pesimista.
Más aún, hay quienes piensan que el optimismo progresista es uno de los rasgos más salientes del siglo XX; al menos en el sentido de lo dicho por Ralf Dahrendorf, "en cuanto que en sus mejores posibilidades, el siglo fue social y democrático. Al final del mismo, (casi) todos nos hemos convertido en socialdemócratas. Todos nosotros hemos aceptado y hemos permitido que se conviertan en evidentes en nuestro entorno los aspectos que definen el tema del siglo socialdemócrata: crecimiento, igualdad, trabajo, razón, Estado, internacionalismo".


Pornchai Kittiwongsakul - AFP

Cambio de clima
Sabemos, sin embargo, que el siglo ha terminado mal. La cara oscura de la modernidad ha llevado a dudar de la razón, el progreso, las ideologías; incluso, se hallan en entredicho la libertad de los modernos, su confianza en el conocimiento y en los frutos de la técnica. En particular, ha cambiado el clima en torno a uno de los elementos claves del tema socialdemócrata; el crecimiento. Hasta ayer él proporcionaba una de las bases del optimismo progresista. En efecto, como bien dice el mismo Dahrendorf -en esto no muy distinto de lo que pensaban Marx o Schumpeter- "ninguna sociedad socialdemócrata puede existir sin crecimiento" [...] 

Con el cambio de clima, al menos esa parte del optimismo progresista se ve debilitado. Y su pensamiento, su espíritu, su sensibilidad, su forma de mirar el mundo, sus sentimientos de trasfondo, empiezan a transformarse. Es como si su centro de gravedad se estuvieran trasladando desde el lado izquierdo de la ecuación de Berman -el lado afirmativo-optimista- hacia el lado derecho, el del temor al cambio y el malestar frente a sus efectos. De ser percibida como una época que precisamente por su potencial transformador pone en tensión los "mecanismos de confianza" y los "entornos de riesgo", la modernidad pasa a ser vista como "una época de angustia" [...].


José Joaquín Brunner: "Apuntes sobre el malestar frente a la modernidad: ¿transfiguración neo-conservadora del pensamiento progresista?", 1998.

domingo, 22 de enero de 2012

Crisis


"El capitalismo financiero acumula y no produce nada, salvo una sucesión de burbujas y la peligrosa vecindad entre la inmensa riqueza, el derrumbamiento financiero y la crisis social".

                                                           Alain Touraine

*

"La crisis es utilizada como estrategia para imponer las reglas del juego capitalista más radicalmente".
 
                                                          Slavoj Zizek



Banksy
 "En realidad, no estamos soportando una crisis, sino un haz de crisis, una suma de crisis mezcladas tan íntimamente unas con otras que no conseguimos distinguir entre causas y efectos. Porque los efectos de unas son las causas de otras, y asi hasta formar un verdadero sistema. O sea, nos enfrentamos a una crisis sistémica del mundo occidental". 

Ignacio Ramonet
                                                       

*

"La lección fundamental de la globalización es precisamente que el capitalismo puede acomodarse a todas las civilizaciones, desde la cristiana a la hindú o a la budista, desde Occidente a Oriente".
 
                                                          Slavoj Zizek


*

"Es cierto que las cosas van a cambiar debido a la crisis. El retorno al mundo de antes de la crisis está excluido. Pero estos cambios ¿serán profundos, radicales? ¿Irán en la dirección adecuada? Hemos perdido la sensación de urgencia, y lo que ha pasado hasta el presente augura un mal porvenir."
 
                                                         Joseph Stiglitz



sábado, 21 de enero de 2012

Un nombre


¿Recuerdan aquellos versos de Cernuda: "No conozco a los hombres. Años llevo / de buscarles y huirles sin remedio...". A mí me ocurre algo parecido con los españoles, especialmente con quienes se consideran a sí mismos progresistas, de izquierdas: llevo años y años intentándolo, pero no los comprendo.
No entiendo, por ejemplo, esa extraña, esquiva y desconfiada relación que mantienen con esta palabra: España. Eso fue lo primero que me llamó la atención cuando llegué acá: la gente no decía España, sino este país, una especie de eufemismo inodoro, incoloro e insípido que, al parecer, no comprometía a nada ni a nadie. El término vino de perlas en los años en los que justicia y memoria acabaron diluyéndose como azucarillos en aquella experiencia de consenso y cuenta nueva a la que se llamó Transición.

Rafael Canogar: Sin título.
Más confuso y no menos inquietante me resultaba aquello de el conjunto del Estado, frecuente en disquisiciones teóricas y en conversaciones políticas. Cierren los ojos y digan "Estado", así, sin más, a palo seco. ¿Qué ven? ¿Qué sienten? Nada, ¿verdad?; absolutamente nada. ¿Dónde arraiga la vida en una palabra como esa?
Mi perplejidad se acrecienta cuando compruebo que, después de casi cuarenta años de dictadura, la derecha se ha apropiado de ese nombre, España, y lo ha nacionalizado pro domo sua con todos sus aperos y circunstancias. ¿En qué estará pensando Mariano Rajoy cuando una vez más, ésta en su elogio fúnebre de Fraga, apela a los españoles de bien?
Yo no soy nada patriotero y mucho menos nacionalista, esa superstición contemporánea que hipertrofia el nosotros a base de negar al otro, lo distinto, lo plural, lo diferente. Pero esa apropiación me resulta tan incomprensible como irritante. Sobre todo si pienso en lo que significó la palabra España para quienes sufrieron el exilio, allá, en el destierro, o acá, bajo la dictadura. Espero que no se hayan olvidado de aquello. Si no, ¡ya me dirán ustedes cómo metabolizan tanto olvido!
Claro que a lo mejor a ustedes  todo este asunto les importa un bledo y yo les estoy dando la lata con problemas que transpiran pasado y alcanfor. Y es posible que algunos digan para sí, como Cernuda,  aquel "español sin ganas": "¿España?... Un nombre...".
No sé.
                                                                           Darío


 

jueves, 19 de enero de 2012

Antología parcial / 40




                                 Los ángeles muertos

   Buscad, buscadlos:
en el insomnio de las cañerías olvidadas,
en los cauces interrumpidos por el silencio de las basuras.
No lejos de los charcos incapaces de guardar una nube,
unos ojos perdidos,
una sortija rota
o una estrella pisoteada. 

 
   Porque yo los he visto:
en esos escombros momentáneos que aparecen en 

                                                                                 [las neblinas.
Porque yo los he tocado:
en el destierro de un ladrillo difunto,
venido a la nada desde una torre o un carro.
Nunca más allá de las chimeneas que se derrumban,
ni de esas hojas tenaces que se estampan en los zapatos. 

 
   En todo esto.
Mas en esas astillas vagabundas que se consumen sin fuego,
en esas ausencias hundidas que sufren los muebles           

                                                                                    [desvencijados,
no a mucha distancia de los nombres y signos que se enfrían 

                                                                                   [en las paredes. 
 
   Buscad, buscadlos:
debajo de la gota de cera que sepulta la palabra de un libro
o la firma de uno de esos rincones de cartas
que trae rodando el polvo.
Cerca del casco perdido de una botella,
de una suela extraviada en la nieve,
de una navaja de afeitar abandonada al borde de un 

                                                                                          [precipicio.

Rafael Alberti: Sobre los ángeles (1929)




lunes, 16 de enero de 2012

La palabra exacta


Encubrimiento, connivencia, complicidad... Llevo dándole vueltas y vueltas al asunto desde que conocí la noticia y no sé con qué carta quedarme. Si el caso no fuera tan grave, habría dejado ya de buscar la palabra exacta, esa manía juanramoniana que en los años de Universidad me contagió un amigo poeta.
Cuando no te satisfaga la palabra que has elegido para enunciar aquello a lo que te refieres -me decía-, coge dos o tres diccionarios (uno ideológico, otro de sinónimos) y embárcate con rumbo a la palabra exacta. Es una aventura maravillosa; ya verás. Y añadía: si al final tienes dudas, escribe en un papel las dos o tres palabras candidatas y defínelas. Encontrarás la que buscas, seguro.
Y eso es lo que he hecho con las tres que más se aproximan a mi percepción de los hechos:
Encubrimiento.- Acción y efecto de encubrir (en el sentido de ocultar algo o no manifestarlo).
Complicidad.- Cualidad de cómplice (entendida como persona que conoce algo que es secreto o que está oculto para los demás).
Connivencia.- Disimulo o tolerancia en el superior acerca de las transgresiones que cometen sus subordinados contra las reglas o las leyes bajo las cuales viven.
Pero no sé con cuál de ellas quedarme. Es más no estoy segura de que esas sean las palabras que se ajustan al asunto al que me refiero. La verdad es que estoy muy confusa.
 Y es que no es para menos. Veamos. Uno se entera de que se puede estar cometiendo un delito. Cabe esperar que informe inmediatamente de esa circunstancia a la policía; sobre todo si ese Uno es el Jefe del Estado, ¿no? Estas son sus palabras: "Todos, sobre todo las personas con responsabilidades públicas, tenemos el deber de observar un comportamiento adecuado, un comportamiento ejemplar". Entonces alguien debería responder a estas preguntas: ¿Lo hizo? ¿Informó Juan Carlos I de la "conducta irregular" de su yerno? ¿A qué nos atenemos si la respuesta fuera no?


                                                                                                   Carlota

viernes, 13 de enero de 2012

Daños colaterales


"Daño colateral" es uno de esos eufemismos canallas de los que se sirve el poder para mentir impunemente, encubrir decisiones infames, sustraerse a sus propias responsabilidades. El término, que viste uniforme castrense, lo utilizó el ejército de Estados Unidos en la guerra de Vietnam; pero fue en la guerra del Golfo Pérsico, en 1991, cuando adquirió notoriedad informativa.
Según el portavoz militar de turno, los daños colaterales vienen a ser algo así como los efectos imprevistos, no buscados ni deseados, de una acción militar. Lo que traducido a hechos y cifras reales supone la destrucción de equipamientos no militares y el asesinato de cientos, de miles de civiles indefensos e inocentes.
Sygmunt Bauman ha recogido el término y lo ha aplicado al que sin duda es uno de los más graves problemas de nuestra sociedad: el crecimiento incesante de la desigualdad, una espoleta de efecto retardado y de tal intensidad que acabará estallando en nuestras narices si no reaccionamos a tiempo.
Que en India convivan un puñado de multimillonarios con 250 millones de personas obligadas a  vivir con menos de un dólar diario; o que  Tanzania cuente con un presupuesto anual de 2.200 millones de dólares para atender las necesidades de 25 millones de personas, mientras el banco Goldman Sachs reparte 2.600 millones de dólares entre 161 accionistas. 

Que Europa y Estados Unidos gasten 17 mil millones de dólares anuales en alimentos para mascotas, cuando con 19 mil millones, según los expertos, se conseguiría salvar del hambre a la población mundial... son algunas de las inquietantes paradojas con las que tristemente nos hemos acostumbrado a convivir. Al cabo (admitamos este gesto de afectado cinismo) eso le ocurre a otros.
"Pero la pobreza, junto con la humillación y la ausencia de perspectivas -escribe Bauman, sacándonos de aquel letargo- , no sólo persisten en países que han conocido la miseria y la desnutrición desde tiempos inmemoriales: también está revisitando tierras de donde parecía que se las había ahuyentado y desterrado para siempre. En Gran Bretaña, por ejemplo, "tras la tercera victoria electoral de Tony Blair, el 10% de los hogares más pobres ha visto sus ingresos reducidos a razón de 9 libras semanales, mientras que el 10% más rico ha disfrutado de un incremento que ascendió un promedio de 45 libras semanales".
El crecimiento incesante de la desigualdad es mucho más que un problema económico o una amenaza para el orden público, como pretenden los gobiernos: supone, según el sociólogo polaco, un fortísimo impacto cuyos daños colaterales afectan a la sociedad en su conjunto, al bienestar y a la salud social, a la cohesión entre sus miembros.
En un tono ciertamente sombrío, Bauman afirma que está seguro de que "el compuesto explosivo que forman la desigualdad social en aumento y el creciente sufrimiento humano relegado al estatus de 'colateralidad' tiene todas las calificaciones para ser el más desastroso de los incontables problemas potenciales que la humanidad puede verse obligada a afrontar, contener y resolver durante el siglo en curso". 


Allison Shelley
 
Cuando la globalización de los mercados escapa a todo control y el Estado se siente impotente frente al capital y la especulación; cuando asistimos no menos impotentes al desmantelamiento del Estado de bienestar; cuando el cambio social y político ha dejado de ser una promesa de futuro para convertirse en un presente sin horizontes ni expectativas... ¿qué podemos hacer?
Para Bauman, el Estado social, una de las grandes conquistas del pasado siglo, ha dejado de ser viable. Es necesario, dice, un marco institucional totalmente nuevo, en el que, entre otras muchas cosas, se resuelva la contradicción que existe en los regímenes democráticos entre "la universalidad formal de los derechos democráticos (conferidos a todos los ciudadanos por igual) y la no tan universal capacidad de de sus titulares para ejercerlos con eficacia; en otras palabras, la brecha que se abre entre la condición de 'ciudadano de iure' y la capacidad práctica de ciudadano de facto". ¿Les suena?
Daños colaterales no se agota en la dirección que apunta mi lectura. Ensayos como "Réquiem por el comunismo", "Consumismo y moral" o "Historia natural de la maldad" enriquecen su análisis sobre la desigualdades sociales y ensanchan el campo visión de la crisis de la modernidad reciente.
                                                                     Darío      

         

martes, 10 de enero de 2012

Máscaras y Moscardón

(Poema escénico)
 

de
rarodeluna

 
                                                                               (continúa
                                                                               I y II, véase 9/12/11)

                    
  III

Perdigón
 
Lo sentimos, buena gente,
de verdad que lo sentimos.
Disculpad este incidente
lamentable

que provocó Moscardón
un sujeto impresentable
un bufón incompetente
un actor irresponsable…

(Alguien
entre el público
:)
¿Y qué vais a hacer con él?
(Perdigón:)
Me parece que está claro,
¿no?: finiquito... ¡y al paro!
(Desde el público otra vez:)
¡Es una exageración!
¿Por olvidar el papel?
(Perdigón:)
¡Por incumplir el contrato!
(Y entre el público de nuevo:)
Pero eso no puede ser:
¡Sois artistas, no empresarios!
(Perdigón:)
Permíteme que sonría.
O mejor, permíteme
que me ría abiertamente

(y lo hace
a mandíbula batiente
)
¡Sois artistas...!
¡Ay, ay, que me da otra vez...!

(Perdigón
hace ademán de marcharse
da unos pasos
y de pronto se detiene.
Riéndose
:)

¡Sois artistas...!
¡Ay, ay, que me da otra vez...!

(Y sin dejar de reírse,
señalando hacia su izquierda
ambos brazos extendidos
:)

¡Voilá! respetable público:
Otro Hamlet es posible.
Con ustedes, ¡EL PROBLEMA!

 
IV
 

Interino
 

(Como marcando los pasos
muy despacio, ensimismado,
hasta que mira de frente
a la gente
)

Words, words, words…
Palabras y más palabras
Parole, wörter, des mots...

That is the question, señoras
y señores: he aquí
el verdadero problema.

Llevamos siglos cascando
sobre esto, lo otro y aquello
y ¿qué tenemos al cabo?

Palabras y más palabras
Words, words, words…
Rien de rien, nada de nada
 

Vayamos a donde vayamos
siempre lo mismo encontramos
Gente que charla y que charla

(Una voz:)
Vas por mal camino, hermano...

(Interino, como un rap:)

Nos vamos a Durban
nos vamos a Rio
nos vamos a Kioto
también a París
¿Y allí qué encontramos?
A gente charlando

(Alguien, con el mismo tono:)

Se hacen propuestas
se trazan proyectos
se firman acuerdos...

(Prosigue Interino
sin prestarle oídos
a la intervención
:)

Decidme qué hacen
en Johannesburgo
Lisboa, Estambul
Milán y Ginebra
Berlín, Nueva York
cascar y cascar

Parole, parole
paraulas, paraulas
charlar sin parar

Igual que en Madrid
Pekín, Buenos Aires
Calcuta, Estocolmo
en Roma y en Bon
La gente reunida
no para de hablar

Proyectos, propuestas
Informes, acuerdos
jornadas, congresos
no paran de hablar
y declaraciones
en ruedas de prensa
folletos, anuncios
no paran de hablar

Y al cabo, ¿qué queda?
Parole, paraulas
palabras, des mots
Words, words, words...

(Desde el público
una voz
sin el sonsonete
:)

Te estás pasando, chaval

(Otra:)
Es que no te enteras.
Se habla del hambre
y de la pobreza
del cambio climático
de una Tierra enferma

(Interino:)
palabras, palabras

(Otra voz:)
Y se habla también
de derechos humanos
igualdad de género
educación para todos
trabajo y salud

(Interino:)
palabras, palabras

(Otra voz:)
Se denuncia la exclusión
la explotación infantil
y se apuesta
por la participación
por la solidaridad

(Interino
con desdén
:)
¡Bah!
Palabras y más palabras...
 

(Dirigiéndose
desafiante
a la gente
:)

¡Venga! ¿Cuál es el problema?
¡El verdadero problema!
(Silencio)
¡Venga! ¡Vamos!
What's the problem?
                   Come on!
What's the problem?
¡No se os oye!
¡Venga! ¡Vamos!
What's the problem?
                   Come on!
What's the problem?

(Silencio.

Interino
para sí:)
 

Parole, wörter, des mots
Palabras y más palabras
Words, words, words...

(Cabizbajo, hace mutis)
 

(continuará)



viernes, 6 de enero de 2012

Antología parcial / 39



Instrucciones para dar cuerda al reloj

Allá al fondo está la muerte, pero no tenga miedo. Sujete el reloj con una mano, tome con dos dedos la llave de la cuerda, remóntela suavemente. Ahora se abre otro plazo, los árboles despliegan sus hojas, las barcas corren regatas, el tiempo como un abanico se va llenando de sí mismo y de él brotan el aire, las brisas de la tierra, la sombra de una mujer, el perfume del pan.
¿Qué más quiere, qué más quiere? Átelo pronto a su muñeca, déjelo latir en libertad, imítelo anhelante. El miedo herrumbra las áncoras, cada cosa que pudo alcanzarse y fue olvidada va corroyendo las venas del reloj, gangrenando la fría sangre de sus rubíes. Y allá en el fondo está la muerte si no corremos y llegamos antes y comprendemos que ya no importa.


Julio Cortázar: Historias de cronopios y de famas (1962)



La trampa del crédito



"El capitalismo es en esencia un sistema parásito. Como todos los parásitos, puede prosperar un tiempo una vez que encuentra el organismo aún no explotado del que pueda alimentarse, pero no puede hacerlo sin dañar al anfitrión ni sin destruir tarde o temprano las condiciones de su prosperidad o hasta de su propia supervivencia [...].
La introducción de las tarjetas de crédito fue el indicio de lo que se avecinaba. Las tarjetas de crédito habían hecho irrupción en el mercado con una consigna elocuente y seductora: "elimine la espera para concretar el deseo". ¿Se desea algo pero no se ahorró lo suficiente para pagarlo? Bueno, en los viejos tiempos, que por fortuna ya quedaron atrás, había que postergar las satisfacciones (esa postergación, según Max Weber, uno de los padres de la sociología moderna, era el principio que hizo posible el advenimiento del capitalismo moderno): ajustarse el cinturón, negarse otros placeres, gastar de manera prudente y frugal y ahorrar el dinero que se podía apartar con la esperanza de que con el debido cuidado y paciencia se reuniría lo suficiente para concretar los sueños. 


 
Gracias a Dios y a la benevolencia de los bancos, ya no es así. Con una tarjeta de crédito, ese orden se puede invertir: ¡disfrute ahora, pague después! La tarjeta de crédito nos da la libertad de manejar las propias satisfacciones, de obtener las cosas cuando las queremos, no cuando las ganamos y podemos pagarlas.
A los efectos de evitar reducir el efecto de las tarjetas de crédito y del crédito fácil a sólo una ganancia extraordinaria para quienes prestan, la deuda tenía que (¡y lo hizo con gran rapidez!) transformarse en un activo permanente de generación de ganancia. ¿No puede pagar su deuda? No se preocupe: a diferencia de los viejos prestamistas siniestros, ansiosos de recuperar lo que habían prestado en el plazo fijado de antemano, nosotros, los modernos prestamistas amistosos, no pedimos el reembolso de nuestro dinero sino que le ofrecemos darle aun más crédito para devolver la deuda anterior y quedarse con algún dinero adicional (vale decir, deuda) para pagar nuevos placeres. Somos los bancos a los que les gusta decir "sí". Los bancos amistosos. Los bancos sonrientes, como afirmaba uno de los comerciales más ingeniosos.
Lo que ninguno de los comerciales declaraba abiertamente era que en realidad los bancos no querían que sus deudores reembolsaran los préstamos. Si los deudores devolvieran con puntualidad lo prestado, ya no estarían endeudados. Es su deuda (el interés mensual que se paga sobre la misma) lo que los prestamistas modernos amistosos (y de una notable sagacidad) decidieron y lograron reformular como la fuente principal de su ganancia ininterrumpida. Los clientes que devuelven con rapidez el dinero que pidieron son la pesadilla de los prestamistas [...]
La "crisis del crédito" no fue resultado del fracaso de los bancos. Al contrario, fue un resultado por completo esperable, si bien inesperado, el fruto de su notable éxito: éxito en lo relativo a transformar a la enorme mayoría de los hombres y mujeres, viejos y jóvenes, en un ejército de deudores".

Zygmunt Bauman: Del capitalismo como "sistema parásito". Clarín, Buenos Aires, 27 de diciembre 2009.



Poética / Pound



No uses ninguna palabra superficial, ningún adjetivo que no revele algo.

No repitas en verso mediocre lo que ya se ha dicho en buena prosa.

Déjate influir por tantos grandes artistas como puedas.

No es necesario que un poema dependa de su música, pero si depende de su música,  esta música debe ser tal que deleite al experto.

No seas descriptivo. Cuando Shakespeare habla de la "Dawn in russet mantle clad" (la Aurora en manto rojo) no describe,  presenta.

No prestes atención a la crítica de quienes nunca han escrito una obra notable.

                                                Ezra Pound