miércoles, 4 de mayo de 2011

Nuevas coplas de Carmen Romero


Pablo Picasso: Vaso y botella de Suze
Todo comenzó hace unos días, el pasado treinta de diciembre. Era el último jueves del mes y ese es el día del duelo y la aflicción en Laramie. En un acto breve y sencillo se lamenta la pérdida, simbólica o real, de algo o de alguien. Después se sirve un cóctel preparado expresamente para ese día.
El último jueves del año estuvo dedicado a la pérdida del recato en algunos personajes públicos. Se escogió para la ocasión la noticia del nombramiento de Felipe González como consejero de Gas Natural, glosada por Pedro en uno de sus últimos Sueltos.
“Recordad que se trata de un motivo para la reflexión y no de una excusa para el escarnio”, dijo Antonio antes de comenzar el acto, que esta vez corrió a cargo de rarodeluna, un colectivo sociopoético que promueve la movilización permanente contra la injusticia y la soledad y uno de cuyos miembros –por cierto, el único que conozco– leyó el texto escrito a raíz de aquel nombramiento:

Nuevas coplas de Carmen Romero

Díselo, Carmen Romero.
A Felipe, a Zapatero,
a Chaves, Guerra, Solana,
a la basca de la pana,
a ése que está en Europa
defendiendo al capital…;
díselo a toda esa tropa
que dejó de ser marxista
para hacerse socialista
se subió al coche oficial
y se olvidó por entero
de que esa O es la O de obrero.

Diles, Carmen, que Felipe
se ha pasado; que es un flipe
ver que el cambio desemboca
en una obscena bicoca,
en el mullido sillón
de una multinacional;
diles que eso no es legal
(me refiero al corazón),
que no es justo ni decente
que ellos vivan ricamente
mientras urden a traición
la reforma laboral.

Recuérdale a Zapatero
y también al Aparato
los términos del contrato,
y dile que lo primero
es evitar la injusticia
impedir que la codicia
envilezca al personal
que una rosa sin rosal
naufraga en las oficinas
dile que por las esquinas
anda el sueño prisionero.
Díselo, Carmen Romero.
                                  rarodeluna

Hubo quienes, como Teresa y Darío, aplaudieron con entusiasmo; otros, como Julián o yo mismo, con cariñoso respeto. Claudio aprovechó el momento para limpiar las gafas. ¿Qué pasa? –preguntó Teresa– ¿No os ha gustado?. No está mal –respondió Julián–, es un homenaje digno; pero carece de la frescura de las Coplas de Egea. En estas pesa demasiado el sarcasmo. Pero, bueno –exclamó Darío–, ¿cómo puede decir eso un paisano de Quevedo? A mí me ha parecido sencillamente genial. ¿No es cierto, Claudio? ¿Quién quiere un cóctel?, dijo Claudio, cortando por la sano.  
Esta vez se trataba de un soberbio ponche de navidad. “Es la versión básica –dijo Antonio cuando lo felicitamos–: whisky de centeno, Southern Comfort, ron oscuro y algunos detallitos más: caramelo, limón, canela, miel…”.
Sospecho que el ponche contribuyó a que esa misma noche, después de la cena, decidiéramos abrir las puertas de esta casa. Eso sí, antes tuvimos que convencer a Antonio y a Claudio, que se mostraron renuentes con el proyecto hasta que por fin aceptaron, “provisionalmente”, participar en esta “pintoresca aventura”, según Claudio. Eso sí, con tres condiciones. La primera, que yo me encargaría de todo. La segunda, que no revelaría la tercera condición.
“¿Tú crees que esto saldrá bien?”, me preguntó Antonio al despedirnos. “No lo sé”, le respondí.

(Editado 07/01/2011)

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